Hablando de felicidad.

Yo quería hablar de felicidad
pero no podía dejar de pensar en la caricia de la voz de una madre al despertar, 
en la baba que encharca el suelo cuando un padre ve a su bebé 
o en el cariño incondicional de un abuelo.
En esos momentos en los brazos de un amigo que se convierten en horas.
En las sonrisas robadas, 
en las irónicas, 
en las cargas de sinceridad.
En las miradas malintencionadas, 
en las cómplices, 
en las enfadadas.
En ese "una y me voy" que termina mañana,
en los partidos de fútbol,
en las canciones que gritas borracho 
o llorando cuando te han dejado.
En los viajes,
en el mar y la playa,
en los inviernos en Madrid.
En la gente que viene,
en la que se va
y sobre todo en la que se queda.
En esos años "perdidos", que es en los que más aprendes.
En todas las salivas que has soñado,
en la diferencia de años que no se nota en el cuerpo a cuerpo.
En las noches que no quieres soñar porque ya estás delirando en otros brazos.
En los mordiscos, 
los masajes, 
en estos momentos en los que solucionas el mundo en una cama.
En el adiós sin odio 
y cargado de gracias.

Y en que claro,
un día,
casi sin quererlo,
te das cuenta de que ser feliz 
es entender que cada instante
es el mejor momento.