jueves, 5 de septiembre de 2013

Romanticismo de un rato.


Venecia solo existía entre sus piernas
y a París se le habían fundido los plomos.
En su cama ya solo cabía la sombra de un recuerdo,
que cada noche la empujaba fuera de las sábanas.

Madrid era su único amante y nunca la abrazaba.

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