"20 años no son nada",
me susurra mientras atravesamos
el paso de cebra
chocando con una de esas señoras tan descaradas
que adivina en una mirada el número de manos que te han tocado.
Yo sonrío,
le beso con los ojos
y le muerdo con la sonrisa.
Me pierdo en sus palabras
autoconvenciéndome de todo lo que me queda
por bailar con la vida.
Y entonces pienso
que si es a su lado se me van a quedar cortos
todos los tangos de Gardel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario